Hoy se celebra el día internacional de la educación y enlazamos este acontecimiento con otra celebración. @Naia Múgica, exalumna que terminó 4º de ESO el curso pasado, escribió una redacción para un concurso del Diario de Navarra con la temática «Gracias, Profe». Os presentamos unas líneas de Nahia en las que contextualiza el texto presentado, y el texto premiado. Enhorabuena, Naia, y muchas gracias. Aquí estamos para lo que quieras.
«Actual alumna del colegio Claret Larraona en Pamplona y exalumna del colegio Escolapios Tafalla. Estoy cursando 1º de Bachillerato de ciencias de la salud y de momento creo que he acertado con la decisión. Ojalá pudiese estar tan segura de saber la carrera por la que definitivamente me gustaría decantarme dentro de un año, pero considero que aún me quedan muchas cosas por aprender y alguna que otra lección para poder elegir correctamente un camino que, de una manera u otra, te determina el futuro.
Apenas llevaba una semana en mi nuevo colegio y ya recordaba con nostalgia aquel colegio del cual me despedí allá por junio de 2019 y el cual me había acompañado durante nada más y nada menos que 13 años. Digo el colegio no refiriéndome al edificio, sino a todo lo que me ha ayudado a configurar la persona que soy ahora y que a simple vista no se ve: desde mis profesores hasta mis compañeros, pasando por los valores que este colegio me dio.
Empecemos por los compañeros, esas personas que has conocido haciendo figuritas de plastilina y agobiándose porque no les salía el resultado final de un logaritmo. Cada uno una personalidad distinta, cada uno un mundo. Lo más bonito de todo es que durante todos esos años fuimos encajando aun siendo tan diferentes, y acabamos dándonos cuenta de que el puzzle que formábamos era perfecto y que con la falta de cualquier pieza no volvería a ser igual nunca.
Sigamos con los valores que este colegio me ha inculcado, los cuales me definen como persona y que de la mano de otros proporcionados por otros colectivos a los que pertenezco me han hecho ser una persona competente y con principios en esta sociedad; una sociedad ahogada en un profundo individualismo y continuo egoísmo. Sin embargo, a mí siempre me han enseñado que la vida es más que eso, que hay mirar más allá del “yo”, que todos podemos aportar nuestro granito de arena con el fin de cambiar el mundo. Y es por esto que para mí mi colegio ha sido mucho más que simples libros y estudio.
Para acabar no puedo olvidarme de los pilares fundamentales de la educación, los profesores. Podría decir que principalmente he escrito este texto por esta causa y es que hace aproximadamente un mes recibí un premio a la mejor redacción en un concurso internacional organizado anualmente por Aula 2 y Diario de Navarra cuyo fin es sensibilizar sobre el importante papel que desempeñan los profesores en cada uno de los alumnos. Al ir a escribir solo partes de la frase “Gracias profe”, que conforma también el título de este concurso. A partir del momento en el que oyes esas 2 palabras, cómo escribas, cómo te quieras expresar y cómo deseas hacer llegar este mensaje de agradecimiento hacia la figura del profesorado está en tus manos. Yo enfoqué mi redacción en una metáfora. La educación era el camino por el que llevaba mucho tiempo andando, aunque a veces me hubiese encontrado con baches. Para superarlos siempre me acompañaban los profesores, a los que en el texto los hacía llamar peregrinos profesionales que eran expertos en cada porción que formaba esa ruta, es decir, entendidos en su materia. Yo me centré en una experta de las matemáticas que me hizo ver, aunque resulte difícil, la parte bonita de los números y que pocas personas logran apreciar. Acabé la redacción con un “Gracias profe” que podría ser aplicable a cualquier profesor o profesora de este colegio y donde resumía mi pleno agradecimiento a la labor de todos estos.
Gracias profes, gracias, compañeros, gracias cole.”
PASOS QUE DEJAN HUELLA
«Demasiados años andando por ese camino. Aún no tenía muy claro en qué consistía esa senda ni a qué lugar me iba a dirigir. Personas que iban a bastantes kilómetros delante de mí y que llevaban más tiempo caminando solían dejar mensajes escritos en piedritas del estilo a los siguientes: “Este camino te proporciona el arma más poderosa que puedas usar para cambiar el mundo”, “Este camino te regala el ornamento en la prosperidad y el refugio en la adversidad”. Y así muchos más. Si te digo la verdad no sabía qué rumbo llevaba, pero todo aquello que leía me llenaba y estaba segura de que, ante todo, quería seguir mi travesía.
Evidentemente, no todo era bonito. Me había encontrado con enormes tormentas de dudas e incluso con cuestas empinadas repletas de dificultades en las que tuve que emplear mucho esfuerzo para poder afrontarlas. Por todo ello, nunca caminaba sola. A mi lado siempre contaba con personas que habían estudiado a fondo las distintas partes que formaban ese largo trayecto del que hablaba antes, como diría yo, peregrinos profesionales. Cada uno de ellos era experto en una porción esencial para completar la ruta. Hasta ese momento me habían acompañado personas entendidas en los números, en la naturaleza, en la sociedad, en el arte, en la comunicación… Pero siempre hay alguien que te llega más adentro y esa persona fue la que, de alguna manera, mejor me supo guiar e indicar la dirección que debía tomar en cada paso.
Ella era toda una especialista en el mundo de los números. Le apasionaba cualquier cosa que los rodease. Aprendí lo que era un hexágono parándome a analizar una colmena de abejas, reconocí logaritmos en la cola enrollada de un camaleón, supe cómo funcionaban los exponenciales deteniéndome en la reproducción de las células, conocí la sucesión de Fibonacci analizando la forma de determinadas conchas, vi reflejados los fractales en la imagen ampliada de un copito de nieve e incluso alguna vez, parábamos a descansar en algún lago para experimentar el poder de la simetría entre el paisaje contemplado y su reflejo en la calmada agua. Además de todo esto, ella era capaz de dibujar en mí la parábola que lo endereza todo, la sonrisa. Gracias a ella, aprendí a aspirar alto y me enseñó que si le voy a poner límite a mis sueños, tienen que tender a infinito. También me desveló un secreto, y es que el sendero por el cual llevaba tanto tiempo andando era el camino de la educación. Gracias profe.
Naia Múgica Iso
1º Bachillerato”
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